me gusta
llegar temprano
a mi turno
con el Psiquiatra
al lado del
consultorio
hay una
placita
tapizada de
verde
con
graffitis hiphoperos
imbuidos de
esa belleza áspera
que da la
marginalidad;
se ven las
vías del tren
abandonadas
y eso me da
cierta nostalgia
la gente se
asusta
cuando digo
que voy al
Psiquiatra
hay algo de
perverso en ese nombre, lo se
una amenaza
de esquizofrenia
trepidante
en la plaza
los
viejitos del barrio
se sientan
a tomar mate
mientras
sacan a pasear el perro
aprovechan
el solcito invernal
que se
esconde temprano
yo prendo un pucho
y me dedico a contemplar
el espectáculo
yo prendo un pucho
y me dedico a contemplar
el espectáculo
la primera
vez que vine
al
Psiquiatra
hacía calor
no le
presté atención a la placita
llegué
llorando
lloré toda
la cita
volví
llorando a casa
había
estado llorando todo enero
un enero
que pareció toda la vida
todo enero
llorando y esperando
queriendo
que me
estallara la cabeza
así,
bien
literal
el
diagnóstico fue preciso:
depresión inducida
por burn
out
y algunos
episodios muy concretos
esquizofrenia
habría
tenido más punch,
cómo
negarlo
pero qué
puedo hacer
hasta para
enferma mental soy aburrida
y de término medio
después el
Psiquiatra
me dio los
caramelos más dulces
que alguna
vez haya probado
ya se
que las golosinas no alimentan
pero cómo
engañan el estómago
y la mente
llegás a ver
el lado luminoso
de la mierda
el lado luminoso
de la mierda
ahora el
Psiquiatra
me dice que
es momento
de reducir
la dosis
sonrío,
digo
que en el
trabajo todo está muy bien
aunque mi
matrimonio va en picada
que voy a
hacer terapia
que ya me
siento mejor,
mucho mejor
pero en el
fondo se
que ahora sí
ya es tiempo
de quedarse en casa
ya es tiempo
de quedarse en casa
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